En
todo momento el alumno se educa y se desarrolla. El trabajo educativo no se
puede circunscribir a ciertas actividades ni a ciertos momentos de una
actividad, sino inmerso en la forma misma de organizarla, siempre debemos
preguntarnos qué clase de hombre queremos formar y organizar cada clase, cada
actividad y nuestra propia actuación para que ellos puedan vivir experiencias
que respondan a ese ideal.
Definir
qué es la inteligencia es siempre objeto de polémica; ante un escenario tan
diversificado de opiniones Vernon (1960) sugirió una clasificación de las
principales definiciones. La misma se hizo en base a tres grupos: las
psicológicas, mostrando la inteligencia como la capacidad cognitiva, de
aprendizaje, y relación; las biológicas, que consideran la capacidad de
adaptación a nuevas situaciones; y las operativas, que son aquellas que dan una
definición circular diciendo que la inteligencia es "...aquello que miden
las pruebas de inteligencia". Además, el concepto de inteligencia
artificial generó hablar de sistemas, y para que se pueda aplicar el adjetivo
inteligente a un sistema, éste debe poseer varias características, tales como
la capacidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta,
comprender ideas y lenguajes, y aprender.
Un proceso realmente educativo y no meramente instructivo sólo
tiene lugar cuando las relaciones entre profesor y alumnos no son únicamente de
transmisión de información, sino de intercambio, de interacción e influencia
mutua, cuando se establece una adecuada percepción y comprensión entre los
protagonistas del hecho educativo.
La Inteligencia Emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones,
comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones
de la vida cotidiana, desarrollar nuestra capacidad de trabajar en equipo y
adoptar una actitud empática y social, que nos brindarámás posibilidades de desarrollo profesional y
personal.
Es
importante recordar que aun las emociones
llamadas 'positivas' pueden tener aspectos peligrosos o inconvenientes.Por ejemplo:
el entusiasmo, a veces, puede conducir a un comportamiento impulsivo.
Imaginemos que en una reunión es presentado un proyecto que nos entusiasma
tanto que nos ofrecemos voluntarios para dirigirlo, a pesar de que estamos
saturados de trabajo. O la alegría que nos produce un ascenso, lo que hace que
vayamos por ahí jactándonos ante nuestros colegas, uno de los cuales ha sido
rechazado.
"Las
personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más
probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar
los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que
no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores
que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con
claridad"
El mundo laboral
está cambiando, y ya no se puede hablar de una única profesión o de un trabajo
en la misma empresa para toda la vida; hoy en día se habla de
"empleabilidad" que es, según Enrique de Mulder, presidente de Hay
Group, la capacidad de una persona de aportar valor a la organización, es
decir, de contribuir a la empresa en mayor medida que la compensación de ésta a
aquél; y esto ya no se consigue sólo con un coeficiente intelectual de alto
nivel, sino que también se necesita desarrollar un coeficiente emocional con
cualidades como constancia, flexibilidad, optimismo, perseverancia, etc.